lunes, 30 de junio de 2014

Sin Sentido, Catártico

Viajaba en colectivo, cruzaba una mirada, otra, una más, inmediatamente se ponía a imaginar. Caminaba por la calle y trataba de recordar el orden de las historias que escribía en el aire -claramente no era posible, su memoria nunca aceptó guardar las ideas fielmente- trataba de unirlas para generar algo mayor. Más de una vez se encontró bailando y tarareando entre el público, eran esos los únicos momentos donde se filtraba el verdadero ser. Inmediatamente lo notaba y se resguardaba en la seriedad y en la frialdad que los años le habían recomendado mantener. Tenía alma de escritora y en cada viaje imaginaba una historia, protagonizado siempre por aquella que tenía un corazón grande del que brotaba amor como una fuente, un corazón grande e incomprendido, con mucho amor, y aún así, vacío.Pasaba las horas escuchando música que no le permitiera pensar sobre lo que sentía, y si algo se escapaba entre el pentagrama, proyectaba en el personaje. Corría por todos lados, siempre con la máscara puesta, siempre con la palabra muda. No lo aceptaba pero ella solo quería una historia de amor, de esas de novela, de esas puras, de esas que se cuentan y hacen que el resto se enamore. Los años le habían jugado una mala pasada, ya no dejaba que se viera en la profundidad de sus ojos ese destello que tanto supo mostrar. No confiaba en nadie, había entrado en clausura emocional y no permitía que la consciencia le jugara la mala pasada de abrir el candado. Sin embargo, sabía que de a ratos, se asomaba por la ventana el personaje -quién había sabido ser la persona real hasta la revolución- y bailaba sonriéndole a las sombras. Esos eran los momentos más tristes. La reaparición le recordaba los fracasos, entonces no quedaba opción. Ella tenía alma de escritora, de bailarina, de romance, y cada vez que ese alma se escabullía entre los barrotes, el personaje entraba más fuerte que nunca a tomar la posición de realidad. Y amordazaba, encadenaba, golpeaba. No aceptaba querer una historia de amor, por eso dentro de la jaula, jugaba con las sombras a que ese amor llegaba a liberarla.