En la calle
uno ve como se apagan
de a una las ventanas.
Mira buscando en las esquinas
una mirada amable,
tal vez un fulano
que de la nada esboce una sonrisa.
Ve sin embargo a la gente
que se enferma de fiebre
de costumbre,
de aburrimiento.
Ve como sonríen
ante las fachadas pintadas
que maquillan los faltantes,
los vacíos,
el abandono.
Uno va por la calle
con el paso pesado,
con la mente liviana,
soltando en cada cuadra una mirada,
una sonrisa,
un ideal,
una esperanza.
Tal vez un día por la calle,
de tanto sembrar simpatía,
las ventanas no se apaguen,
la gente no se enferme,
se llenen los vacíos
y así volverémos a casa
con la satisfacción de haber hecho un cambio.
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