Fueron efímeros los momentos donde encontré todo en su lugar, creí por un instante que el huracán había tal vez dejado una suerte de nuevo orden cósmico en el que yo podía vivir. Pero no existe tal cosa, siempre que hay un cambio hay que acomodar las piezas, de no hacerlo el yenga se cae y los escombros son más duros de mover.
Entonces fue que me desperté de ese estado de consciencia inconsciente, con la necesidad imperiosa de salir de la cama, vestirme y ordenar aquellos pequeños trozos antes que se convirtieran en algo peor.
Así fueron los últimos días del mes de junio, días de orden, de reorganización, de limpieza interna y externa. Importante es aclarar que así como siempre que se barre se levanta polvo, cada re-estructuración evidencia esos lugares donde están las fallas. Entonces fui acomodando los pedacitos de mi vida que se vieron afectados, entre las cosas surgieron esos pequeños -y grandes- eventos que me fueron formando y a medida que pasaban comencé a recordar quien era, quien soy y por sobre todo quien quiero ser.
No sería cierto decir que este es el momento mágico del cuento donde el protagonista se ilumina y hace un cambio de 180% para reformarse y alcanzar su objetivo de ganar la copa del mundo, claramente estoy lejos siquiera de imaginarme la perfección, pero es el momento donde al menos se cual es el camino que quiero seguir. Empieza julio y seguiré siendo pato criollo, pero en mi ruta.
Llega el momento y cada cosa esta donde debe, termina la limpieza y mi cabeza está en su lugar, me siento relajada en el sillón y cierro los ojos al ritmo de Charly.
Yendo de la cama al living no parece tan lejano...
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